Si el ministro del Interior, tras declararse incapaz de gestionarlo por sí mismo, le vendiera el orden público a Construcciones y Contratas, nos parecería un escándalo. Lo mismo que si el de Defensa, tras declarar públicamente su aversión a las armas de fuego, adjudicara su ministerio a Prosegur, y quien dice Prosegur dice Massimo Dutti o Mercadona. De modo que cuando un político confiesa su impericia para aquello para lo que es llevado y traído en un coche oficial como un bebé en su carrito, debería dimitir o, en su defecto, deberíamos...
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