España está bien provista de estafadores, oportunistas y trileros. Es la idiosincrasia de la tierra que alumbró El Lazarillo de Tormes y El Buscón. Desde que existen, las aseguradoras han tenido que lidiar con timadores y caraduras. Ahora, con la crisis, este pulso se ha recrudecido. La adversidad de los tiempos aviva la picaresca.
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