Los espacios públicos destinados a los niños son utilizados cada vez más por personas sin hogar o gente de mal vivir Pasar la tarde tenso, en el parque Joan Miró, observando cómo juega un hijo mientras una mujer en estado ebrio comienza a gritar y prosigue arañando la cara del hombre con el que comparte carrito no es agradable. Como tampoco lo es pasear por el parque de la Estació del Nord, donde hay excrementos caninos, aunque también humanos.
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