La situación puede ser desesperada y las probabilidades de victoria nulas, pero entonces alguien toma la palabra, a medida que habla se viene arriba y, junto a él, unos oyentes que asienten con creciente entusiasmo hasta salir de ahí enfervorizados, dispuestos a dejarse la piel en el campo de batalla o en el de juego, que para tales oradores viene a ser lo mismo. Otras veces es un alegato final ante el tribunal, la última clase a unos alumnos o un discurso a la nación en un momento crítico en el que se busca despertar conciencias.
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