España se las arregla cada dos o tres generaciones (a veces cada generación) para caer en el vacío de poder, la ruina, y el rencor, y ensayar la desbandada y el caciquismo como falsa solución. La primera República fue quizá el momento de mayor disparate, deslealtad y caciquismo de todos los vividos. Con cinco gobiernos en un año, el Estado era una inmensa herida supurante, una ruinosa casa de putas en manos de masones primerizos y asustados, que se desangraba en luchas cada vez más minúsculas, más locales, más obtusas, más españolas.
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