Es casi imposible no enterarse del asesinato de Laura Alonso, su novio de 32 años, de un pequeño pueblo de Galicia la mata tras una discusión. El pueblo y media España están consternados. Los medios de comunicación, ávidos de carroña, hacen su agosto en septiembre. La rabia y la indignación se dejan ver y los gritos de ¡cadena perpetua! y ¡pena de muerte! se dejan oír. En la fórmula uno de la hipocresía nadie para, nadie reflexiona.
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