No dejas de ser niño hasta que vas perdiendo, poco a poco, a todos aquellos que conformaron tu infancia. Se van yendo, uno tras otro, y me remueven aquellos días de fiestas familiares, de partidas interminables de julepe en las que saltaban chispas, pero nunca llegaba la sangre al río. Yo los veía a todos tan grandes y tan fuertes, que cuando los miro ahora, viejitos y frágiles, se me encoge el alma.
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