Hubo un momento en la historia, cuando empezaron a existir los conciertos orquestales y aparecieron las salas, donde aparentemente surgió un problema que debía legislarse. Las notas graves viajaban con más fuerza que las agudas debido a que las orquestas competían por lograr el sonido más “brillante”. Los cantantes criticaron la tendencia, debían esforzarse más de la cuenta y podían dañar su herramienta de trabajo. Todo ello acabó desembocando en una de las decisiones más insólitas del Tratado de Versalles tras el fin de la Primera Guerra Mundi
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