Cuando ingresó en la cantera del F.C. Barcelona, un joven de trece años firmó dos contratos: uno como jugador no profesional, que vencía ocho años después con una cláusula de rescisión de 30.000 € y otro con forma de precontrato de trabajo, que se activaría al término de la temporada en que el joven cumpliese los dieciocho años. La cláusula de rescisión de este segundo contrato ascendía hasta los 3.000.000 €. Para el tribunal no resulta abusiva, teniendo en cuenta que su estancia en La Masía le costó al club entre 127.000 y 240.00 € anuales.
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