Supongo que a nadie le sorprenderá saber que el sistema alimentario mundial es un desastre. No es una sensación ni una opinión: es un hecho. Mientras mil millones de personas pasan hambre, en los países industrializados más de la mitad de la población sufre sobrepeso y un tercio de la comida se va a la basura. La vida de los productores a pequeña escala y de los consumidores cada vez es más complicada por los vaivenes de los precios, y los efectos en el medio ambiente de todo el tinglado alimentario ni son positivos ni auguran un futuro demasia
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