Cuenca es una ciudad de natural tranquila. O más bien adormecida, acomodada y más dada a verlas venir que a participar en las decisiones que afectan a su futuro. Por eso, por esa forma de ser tan peculiar de los conquenses, ha causado gran desconcierto, entre los capataces locales del poder, la ola de contestación frente a las medidas neoliberales del gobierno Cospedal.
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