No fue fácil decirlo, dentro del coche, debajo de una farola, en una calle desierta. Justo te estabas bajando, te cogí del brazo, mirándote a los ojos. Balbuceaba, era la primera vez que salían esas palabras de mi boca, mil veces ensayadas, tantas veces deseadas y nunca estrenadas. Aún recuerdo el olor de tu chaleco de lana, tu mirada de sorpresa. Debajo del agua de la piscina unos veranos antes todo era distinto, me sorprendiste, tu osadía era exultantemente hermosa, el recatado era yo. Pensaba que no volvería a verte y sin embargo siempre
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