Aproximadamente un tercio de los niños con altas capacidades intelectuales son identificados a tiempo por los padres o los profesores. El resto desperdicia su talento durante años y, muchas veces, acaban abandonando los estudios o cayendo en el fracaso escolar. La mayoría de ellos ha pasado antes por un calvario de enfermedades y soledad que, en ocasiones, muestra su peor cara durante la juventud o la edad adulta.
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