Decía Vázquez Montalbán, con su habitual perspicacia, que las palabras tienen amo; el término funcionario (trabajador de la función pública) está desacreditado y, por extensión indiscriminada, proliferan los discursos (que también tienen amo) contra el trabajadores de las administraciones y de los servicios públicos. Así, se responsabiliza a sus salarios del déficit público y se les conmina a aceptar sacrificios, atendida la privilegiada situación que, en un mercado de trabajo cada día más desregulado, supone disfrutar de trabajo fijo.
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