debemos ser conscientes de cómo hemos perjudicado a los pobres banqueros aceptando aquellos préstamos que les arracábamos con malas artes, por lo que no queda otra que contribuir de buena gana a que les financiemos sus pérdidas, de las que usted, el inquilino de Orcasitas y yo mismo somos los únicos culpables, que les hemos llevado mal las cuentas.
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