Pocas personas conocen que Madrid fue edificado sobre siete colinas. Desde hace un milenio y hasta nuestros días, permanecen perforadas por kilómetros de oscuros pasadizos, surcadas por tenebrosos túneles. De algunos se sabe hasta dónde conducen. Pero, de muchos otros, nadie parece conocer los sombríos parajes donde finalizan… si es que terminan en algún lugar. Unos son visitables; otros, simplemente visibles en sus bocas. Parecen recorrer caprichosamente el subsuelo madrileño pero en su origen, casi todos tuvieron una función práctica.
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