La impunidad de los de siempre contrasta con la criminalización de los movimientos sociales y el asedio a todas aquellas personas que a diario se dicen a sí mismas: ya basta. En este contexto, desobediencia e insumisión van más allá de una cuestión puramente ideológica. Se trata de darle algún sentido a la palabra justicia. Se trata de nuestra dignidad, pero aun más, de perder el miedo, pues nos lo quieren quitar todo excepto el derecho a consumir y el deber de obedecer.
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