El carbono, en diversas formas, incluido el CO2 y los materiales orgánicos, se intercambia continuamente entre la atmósfera, los océanos y la biosfera. En el período preindustrial, estos intercambios encontraron un equilibrio natural tal que la cantidad de carbono en cada grupo permaneció más o menos constante. Sin embargo, las actividades humanas han perturbado el ciclo del carbono. La gran cantidad de carbono agregada a la atmósfera por la quema de combustibles fósiles se ha dispersado por la atmósfera, los océanos y la biosfera.
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