El problema radica en que la atmósfera debe albergar humedad para producir nieve, y el aire gélido contiene muy poca humedad. En cuanto la temperatura a ras de suelo desciende por debajo de unos 25º C bajo cero, las precipitaciones de nieve se tornan muy improbables en casi todos los lugares. De hecho hay una temperatura, próxima a los 40º C bajo cero, a partir de la cual (hacia abajo) ya no se produce ninguna nevada. Cuanto más caliente está el aire, más agua es capaz de retener.
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