En 1998, el presidente Bill Clinton buscaba opciones para atacar casas seguras de Al Qaeda en Afganistán. En una reunión, dijo: “Acojonaríamos a al Qaeda si de repente una panda de ninjas bajan por una cuerda desde helicópteros en medio de sus campos [de entrenamiento]“. El problema no era la habilidad de los comandos, sino la falta de objetivos certeros y de práctica.
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