Nuestros usos y costumbres a la hora de mandar al abuelo al hoyo son totalmente diferentes a los de los judíos. La cristiandad da muestras de dolor, pero también de soberbia, orgullo y empeño en apabullar al personal con exequias dignas de un infante de Castilla. Las tumbas judías no se centran tanto en dar envidia al vecino como en la sencillez y el ahorro. Mientras los cristianos quedamos a la altura del betún porque siempre gastamos en flores lo mínimo, un judío queda como Dios con un puñado de piedras.
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