Hace unos pocos años, Tom Shadyac parecía tenerlo todo. Era uno de los directores más codiciados de Hollywood, y sus películas habían recaudado 1.500 millones de euros en taquilla. Vivía en una mansión de 1.600 metros cuadrados, tenía coches de lujo, viajaba en jets privados y asistía a fiestas extravagantes. Ahora vive en una caravana, va en bici al trabajo y viaja en vuelos comerciales. No se ha arruinado, sino que decidió desprenderse de su fortuna por voluntad propia.
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