La asamblea de delegados de centro y zona, celebrada el jueves 8 de septiembre en la sede de UGT de Madrid, volvió a no ser eso: una asamblea. No se admitió a votación ni un solo punto, se coartó una vez más la soberanía de ese órgano, impidiendo que los delegados allí reunidos tomaran ninguna decisión. Y eso que los mandatos que traía la inmensa mayoría de los delegados eran meridianamente claros: no a la huelga-paripé del día 14, sí a una huelga indefinida de martes a jueves todas las semanas hasta la consecución de los objetivos.
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