Creo que fue en 1990. Yo estaba de paso por Londres y le pedí a un colega español que tenía un despacho en la sede de Financial Times, que por favor me hiciera una visita guiada al templo del periodismo financiero. Fue mejor que ir a Disneylandia. Lo que más me llamó la atención fue el silencio. Eso no tenía nada que ver con mi periódico. Acostumbrado a los gritos de “¡a ver esa página!” o también “¡cierra de una vez, carajo!”, acostumbrado a los boletines de Radio Nacional que se vociferaban por los altavoces de algunos aparatos.
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