Pepe era la mascota de la familia que regentaba el hotel Estación, junto al apeadero de Cestona-Villa, allá por los años 50. El lorito gozaba de un lugar privilegiado para observar los trenes que pasaban por el apeadero. Por alguna extraña razón, le dio por imitar el sonido del silbato. Y ese silbido era tan perfecto que en más de una ocasión conseguía despistar a los trabajadores de la estación de Cestona-Villa.
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