“¡Treinta años en la policía y ya ni siquiera podía permitirse vivir en la ciudad donde había nacido! ¿Y quién estaba comprando las propiedades más caras? Los blanqueadores de dinero: las mujeres y las hijas de presidentes de las llamadas nuevas democracias, políticos de las repúblicas de Asia central, oligarcas rusos, caudillos afganos, traficantes de armas; es decir, los verdaderos criminales del mundo, mientras él se dedicaba a perseguir a adolescentes argelinos que venden droga en los alrededores de la estación de ferrocarril”.
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