Uno de los efectos de la crisis que más desasosiego provoca es que casi todos los discursos políticos han sucumbido a la hegemonía que ha impuesto lo ‘económico’ sobre cualquier otro orden de la realidad. Economía que, además, se autopresenta como un campo meramente científico y técnico –tan así que el Gobierno puede entregarse ya directamente a los llamados ‘tecnócratas’–, una realidad objetiva y contundente cuyas leyes y determinaciones escapan a cualquier control extraeconómico y por supuesto a cualquier deseo social de cambio o utopía.
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