La televisión es una de las herramientas más poderosas que existen para educar y transmitir cultura y sin embargo a nadie parece interesarle, dejando a éste medio en una especie de deriva de valores en la que florecen programas de entretenimiento, ficción o informativos que sólo fomentan el individualismo, el odio o el conformismo. Responsables de esta situación hay muchos, pero es importante resaltar a los gestores políticos y culturales que han dejado en manos del poder económico el control de la tele.
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