La Ciudad Eterna es también la Ciudad de los Obeliscos, pues custodia en sus espléndidas plazas las mayor colección, traída a Roma por sucesivos emperadores para gloria propia y de la Urbe. Pero la presencia de Egipto en Roma es mucho más profunda. En el subsuelo de la ciudad hay grandes templos de Isis y de Serapis, mientras que las esfinges y las estatuas de divinidades fluviales, sobre todo el Nilo y el Tíber, se encuentran por doquier.
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