Hasta los 80, la ropa que te compraba tu madre contaba con estrictos canales de abastecimiento. Y en la cúspide de la chabacaneria el chándal de táctel. Se trataba de una prenda con sus dos partes, forro y exterior, cuya principal virtud era que no engañaba a nadie. Si cuando la comprabas te podía parecer una gran mierda, al desembalaría ya en tu casa, lo mirases por donde lo mirases, aquello era una verdadera inmundicia. Para poder entender el furor ochentero del chándal de táctel, hemos de enumerar sus ventajas:
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