En Gante, ya lo he contado varias veces, hay tres torres, la Iglesia de San Nicolás, la torre de Belfort y la catedral de San Bavón. De allí vino Afonso, mulato caboverdiano, analfabeto, romántico, cantante de fados, fabricante de silbatos, de aspecto desangelado y altivo, con la decadencia propia del origen portuense de su padre. De mirar cansino y sonrisa melancólica, como si estuviese sentado en un velador del Café Majestic. Llegó a Tomelloso hace veinte años, nadie sabe cómo, pero enseguida nos acostumbramos a él.
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