Ahora que Rouco propugna el olvido hay algo que conviene recordar. La propia Iglesia Católica, en el concordato que dejó bien atado el posfranquismo, se comprometía a autofinanciarse en el futuro, sin cargo a los Presupuestos Generales del Estado. La promesa de Roma fue en vano y hoy, tres décadas después, el dinero público a modo de cepillo no sólo no disminuye sino que aumenta.
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