Octubre de 2009, Giorgios Papandréu se convierte en primer ministro de Grecia con la ilusión de combatir la crisis económica. Poco después anuncia que el déficit dejado por el gobierno anterior no es del 6 %, sino del 12,7 % del PIB. Posteriores revisiones de la UE lo sitúan finalmente en el 15,4 %. Ahí se inicia un proceso de deterioro económico del país motivado por la desconfianza del mundo financiero que se niega a arriesgar más dinero en un estado tan endeudado y por la negación política de los problemas.
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