En España el opinar de política se está convirtiendo en pasión primaria y primitiva en la que el argumento se sustituye por la carnaza para hooligans. Ahora el ciudadano se dedica a interpretar el mundo en clave de pura lealtad a siglas de partido. Los llamados líderes improvisan, fingen. Y el pueblo llano se pone la camiseta con los colores de su equipo y se prepara para apedrear a cualquier árbitro que le rechiste al dirigente. Todos al grito imbécil de “Zapatero, no nos falles” y o “Rajoy, dales caña”. Da igual y poco importa quien gobierne.
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