Los medios de comunicación, la publicidad y los mensajes distribuidos en las redes sociales sugieren continuamente que las sustancias químicas son malas y debemos rechazarlas. Y, ocasionalmente, recibimos mensajes sin origen claro ni fuentes fiables que advierten contra tal o cual sustancia o producto, por efectos para la salud que no han detectado los encargados de garantizar la seguridad de los productos en sociedades como la europea o la estadounidense.
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