Hacía años que el Estado español no vivía una movilización obrera tan importante: Enfrentamientos con la policía, huelgas de hambre, encierros en pozos en condiciones infrahumanas y una marcha minera desde todas las cuencas partiendo corazones en las poblaciones que atravesaban. Plegaron a Bruselas y Madrid, pero sólo se les concedió lo que gritaban en sus pancartas: un nuevo plan. La reindustrializazión fue, una vez más, batalla perdida. Y sin trabajo los pueblos mineros morirán.
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