Sólo catorce versos y, sin embargo, la condensación de todo un mundo en su matemática brevedad sólo es equiparable al carbón que a altas presiones se convierte en diamante. Quizá por eso es que el soneto es algo así como la emperatriz de las formas poéticas, la chica a la que todos quisieran sacar a bailar y sólo a unos pocos tiende la enguantada mano.
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