Uno de los momentos más míticos de la historia de los juegos olímpicos pasó en el año 1992, cuando Barcelona fue la organizadora. Para encender el pebetero olímpico decidieron no hacerlo de la forma clásica, es decir, un atleta se ponía al lado del pebetero y lo encendía con la antorcha. Más que nada porque nadie quería hacerlo, había algunos que no se atrevían ni a encender los fogones de casa; como para encender el pebetero. "¡El último se quemó las cejas!" - gritaban algunos. Otro motivo fue que el que montó el pebetero lo puso tan alto...
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