Entre 2017 y 2021 los procesadores Intel y AMD han experimentado una evolución enorme, más profunda, rápida y marcada que la que vivimos entre 2011 y 2016. Esa evolución estuvo impulsada, principalmente, por el golpe de autoridad que dio AMD con la arquitectura Zen, aunque no debemos olvidarnos de la respuesta que dio Intel, ya que la compañía de Santa Clara se vio obligada a abandonar el jardín de los cuatro núcleos.
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