Desde mayo de 2007 trabajo en la República Árabe Saharaui Democrática. Permanezco encerrado en la habitación, como un animal enjaulado. Alguna tarde he estado a punto de enloquecer de calor. No puedo estar quieto, no puedo moverme. Me siento, me levanto, camino, me siento. A veces pierdo el conocimiento y me despierto dos horas más tarde empapado en sudor, desorientado, con la boca pastosa. No quiero estar aquí dentro, pero no tengo a dónde ir.
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