Según me dicen, cuando tenía cuatro años quería tener dos hijos a los que iba a bautizar Caín y Abel. La idea era interesante pero la autoridad familiar me disuadió alegando que no era original porque se basaba de manera muy obvia en la relación que tenía por entonces con mi hermano (yo era Abel, contra lo que especulan las malas lenguas; por otra parte, desde entonces la relación con mi hermano se ha deteriorado). A los quince años quería tener quince hijos con quince mujeres diferentes y mi papá tuvo que darme una charla sobre salud sexual...
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