Casi sin esperarlo el chico pobre del barrio se encontró de repente con mucho dinerito que le daban el resto de coches de la competición para que arreglara su coche y poder competir mejor; y como un nuevo rico se dedicó a tunear el coche. Lo decoró con maravillosos colores, la carrocería parecía la de un deportivo, alerones, una música llamativa y ensordecedora, brillantes yantas con más pulgadas que la televisión de un gigante y pegatinas con las marcas de moda. Llegó a ser un coche incluso más bonito que el francés o que el italiano.
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