Las reformas que redundan en un mayor bienestar general acaban funcionando en todos los sitios. Pero como con toda reforma, la resistencia al cambio siempre es grande. Lo que hace falta es voluntad política. Porque para eso tenemos instituciones políticas: para que tomen decisiones que, colectivamente, son imposibles de tomar. Y sí, eso implica que los políticos tienen que comerse quejas, protestas y pérdida de popularidad. De los hosteleros que dicen que tendrán que cerrar si no se puede fumar, de las asociaciones de conductores que piden más
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