Ferendates estaba confiado al asumir que en ese medio tenían todas las ventajas, dado que los griegos sólo contaban con los cinco mil hoplitas embarcados. Por eso cayeron fácilmente en un astuto ardid planeado por Cimón, quien ordenó a un contingente de los suyos ataviarse a la manera persa y subir a los barcos capturados, haciéndose pasar por los refuerzos que los otros ansiaban recibir. En efecto, los griegos disfrazados fueron recibidos ingenuamente con los brazos abiertos y la cosa acabó en una masacre.
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