Llegué a la primera clase, eran chicos de 3ero. de EGB. Me di cuenta de algo: me miraban ávidos de preguntar. ¡Dios! ¡Que sensación más agradable! ¡La máxima expresión de la curiosidad! ¡Desde que entré ya levantaban las manos! Fue precioso. Increible. Nunca se debería perder esa curiosidad, esas ganas de preguntar.[…]En las charlas que he dado en mi vida, no recuerdo un día en el que me quedase a cuadros por no saber cómo explicar algo. Ese día me ocurrió constantemente.
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