En 1974 se llevó a cabo un estudio en dos puentes que cruzaban un rio. Uno peatonal colgante suspendido a más de sesenta metros y el otro más bajo y construido sólidamente. Los jóvenes que cruzaban ambos puentes eran interceptados por una investigadora que decía estar realizando una encuesta. Tras pedirles que completaran un cuestionario, les ofrecía su número telefónico por si querían saber algo más acerca del trabajo. Tal como habían pronosticado, una mayor proporción de hombres del puente alto llamaron posteriormente a la investigadora
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