Cecil B. DeMille, productor y director de cine, considerado uno de los pioneros de Hollywood, eligió este sitio remoto en 1923 para erigir una réplica en yeso del antiguo Egipto y escenificar su épica, gloriosa y silenciosa película: Los Diez Mandamientos. DeMille logró escenografías perfectas en una escala monumental, hasta la fecha sigue siendo uno de los escenarios de películas más grandes jamás construidos. Cuando las grabaciones terminaron, gran parte de la escenografía desapareció sin dejar rastro.
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