Los Juegos han vivido varios casos de conductas poco deportivas. Desde expulsiones por no realizar el máximo esfuerzo a tácticas sospechosas. Escribe Carlos Moyá que el espíritu olímpico ya no es lo que era. Que los Juegos son un negocio y que si mañana España de baloncesto se dejara ganar contra Brasil (para evitar cruzarse con Estados Unidos en semifinal) no habría que escandalizarse. Porque, dice Moyá, “no se perjudica a un tercero dejándolo fuera de la lucha por las medallas, sino que se busca el beneficio propio”.
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