Cuando líderes políticos de la bienpensante Europa famosos por su manía y su afán de control social se arrepienten en público de las pocas leyes democráticas que aprobaron, es que la cosa está ya muy mal. El fin del estado del bienestar es un hecho innegable: se muere y no volverá. Y no lo hará porque no hay instituciones que lo puedan mantener. Porque los Estados, conscientes de su debilidad, prefieren ser temidos antes que respetados.
|
etiquetas: europa , politica , sociedad , crisis , estado de bienestar