No supo si primero llegaron las lágrimas o se marcharon los nervios. Lloraba y reía al mismo tiempo mezclando sabores dulces y salados. Las emociones salieron de la cárcel que las había mantenido retenidas. Le abandonó la vitalidad y se desplomó de espaldas en la hierba que ya era tierra. Una tierra que conquistó con la mirada cuando en 2002 viajó allí por primera vez. Seguía tumbado mirando al cielo de la noche de aquel maravilloso domingo. Deseó vivir ese momento para siempre. Deseó quedarse allí para toda la eternidad. Deseó detener el reloj
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